miércoles, 30 de diciembre de 2009

Aladino y la lampara maravillosa


Quien no fantaseo alguna vez con encontrar la lámpara de Aladino? Muchas veces escuché decir: que bueno tener al genio de la lámpara, pero frente a la posibilidad de pedir, a muchos les cuesta claramente enunciar sus deseos, no saben que pedir primero, o simplemente, aunque parezca tonto, no se atreven a desear.
Y si sabemos claramente lo que Deseamos, imaginarnos con ese deseo cumplido, ¿ que nos produce?
Cómo pensamos que será la reacción de los demás sobre ello? Qué cambios observo en mi, a partir de obtener lo que quiero?
No siempre estas respuestas son maravillosas, lo fascinante resulta desear, como un proceso en si, pero su resolución puede parecer contradictoria.!
Construir nuestra escena mental con el deseo cumplido no es tan fácil de sostener.
Podemos pensar el deseo como un cuchillo de doble filo, la parte que se ve, que se anhela y una parte oculta que seria la que frena a la parte visible.
Los seres humanos poseemos un sistema de creencias que tienen un poder limitante, es decir que todo aquello que se oponga al sistema de creencias, queda anulado desestimando cualquier deseo.
Estas creencias pueden ser concientes o trabajar de modo inconciente y trabar cualquier proyecto personal sin saberlo.
Si yo creo que “la fidelidad no existe”, todas mis relaciones se arman en base a ello, por más que desee la fidelidad, todo se va a tener que acomodar para mantener mi creencia en pie.
Entonces no se trata de encontrar la lámpara de Aladino, sino de hacer un trabajo minucioso con aquellas creencias que limitan nuestros deseos, creencias que construimos desde chicos, creencias heredadas, que nunca fueron puesta a prueba, que se necesitaron para sostenerse y crecer, pero ahora, ya adultos tenemos el derecho a refutarlas, revisarlas, demolerlas y elegir desde nuestra experiencia, madurez y fundamentalmente desde los deseos.
Podemos repasar nuestro sistema en varias áreas: Creencias sobre nosotros mismos (no soy una persona capaz, no soy sociable, no sirvo para esto…)
Creencias en los vínculos (soy frío, soy distante, soy desconfiado)
Creencias sobre la vida (la vida te trae una de cal otra de arena, todo se consigue con un gran esfuerzo...)
Creencias sobre el dinero (el dinero es algo sucio, la gente con plata es soberbia, si tenes plata te alejas de tu familia...)
Demasiadas creencias, pero todas producen un solo efecto, que es obtener una sola mirada de las cosas, quedarme rígidamente allí, sin producir ningún cambio.
Ahora tal vez, podemos pensar en las cosas que deseamos de una manera más clara, investigar si mi deseo es contrario a determinado pensamiento arraigado en mí...
Entonces los deseos dejan de ser fantasías donde se trata de frotar alguna lámpara, como en aquel famoso cuento, sino de develar los secretos que todos, celosamente guardamos, y que nos determinan sin que nos percatemos de ello.
Solo así, el deseo adquiere su fuerza real, se despoja de limitaciones e inicia el proceso de búsqueda y de realización. Hasta entonces , la fuerza del deseo era estéril, ya que la creencia, como en una cinchada, no suelta la otra mitad..
Liberarse de las creencias, conlleva tiempo, un trabajo conciente donde lo racional no parece ser la única herramienta, muchas veces, se necesitan atravesar crisis, momentos de incertidumbre profundos, y replanteos existenciales.
De todos modos, como en la mayoría de los cuentos, la lámpara de Aladino puede simbolizar el poder interior que poseemos todos los seres humanos, que despojado de creencias limitantes y de miedos resulta ser la fuerza mas arrolladora para lograr todo aquello que nos proponemos.